jueves, 7 de octubre de 2010
El Premio Nóbel vuelve a unir a dos amigos separados por un puñetazo
Lima, 7 oct (EFE).- El Premio Nobel de Literatura volvió hoy a hacer confluir las carreras de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, las dos figuras más emblemáticas de la actual literatura latinoamericana, que se separaron en su momento por una discrepancia nunca esclarecida que terminó en un famoso puñetazo.
Fue el joven y talentoso Vargas Llosa quien asestó, hace 34 años, el golpe sorpresivo a su, por entonces, gran amigo García Márquez, cuando el 12 de febrero de 1976 ambos se encontraron a la entrada de un cine en Ciudad de México.
Las causas del suceso siempre se mantuvieron en el enigma por la decisión de ambas figuras literarias de no difundirlas, un pacto tácito que han respetado a lo largo de más de tres décadas.
En medio de numerosas especulaciones, ha sido la versión del periodista hispanoperuano Francisco "Paco" Igartua, la que mayor asidero ha tomado con el paso del tiempo y que se remite a unas discrepancias sentimentales entre Vargas Llosa y su esposa, Patricia.
Según Igartua, él fue testigo de cómo el peruano se enfureció al ver al colombiano y, sin mediar palabras, se acercó y le asestó un puñetazo que sorprendió a su entonces amigo con los brazos abiertos.
En su libro de memorias "Siempre un extraño", el periodista dejó entrever que entre los motivos estuvieron los celos, por unos supuestos consejos que había dado "Gabo" a Patricia cuando esta tenía problemas conyugales.
Luego ha sido el británico Gerald Martín, en su biografía "Gabriel García Márquez: una vida", quien ha dado una nueva pista para descorrer el velo de este enigma personal y literario.
Martín asegura que Vargas Llosa le dijo a Gabo: "Esto es por lo que le dijiste a Patricia" o "Esto es por lo que le hiciste a Patricia".
Otros aseguran que el golpe también fue el culmen de las discrepancias ideológicas que comenzaban a tener ambos amigos, por la defensa del liberalismo que hacía Vargas Llosa, y del régimen cubano de Fidel Castro, de García Márquez.
Y a pesar de que se pensaba que no existía ninguna evidencia del incidente, más allá de los testimonios difusos y confusos, hace tres años el fotógrafo Rodrigo Moya publicó en México dos fotografías en las que se ve a García Márquez con los efectos del golpe recibido.
En esas tomas, aparecidas en el diario La Jornada cuando "Gabo" cumplió 80 años, se ve al autor de "Cien años de soledad" con el ojo izquierdo amoratado.
Moya, fotógrafo mexicano de origen colombiano, señaló que tomó la imagen el 14 de febrero de 1976, dos días después del puñetazo, porque García Márquez "quería una constancia de aquella agresión".
Recordó que le preguntó al escritor qué había pasado y éste fue "evasivo" y "atribuyó la agresión a las diferencias" que ya eran insalvables en la medida que el autor peruano "se sumaba a ritmo acelerado al pensamiento de derecha".
Pero fue Mercedes Barcha, la esposa de "Gabo", quien hizo un comentario más elocuente: "Es que Mario es un celoso estúpido, repitió Mercedes varias veces, cuando la sesión fotográfica había devenido en charla o chisme", según Moya.
El fotógrafo dedujo luego que "mientras ambas parejas vivían en París los García Márquez habían tratado de mediar los disturbios conyugales entre Vargas Llosa y su esposa Patricia, acogiendo sus confidencias".
"Como suele suceder, los consejos o comentarios de la pareja colombiana rebotaron hacia Vargas Llosa cuando éste volvió al redil y se reconcilió con su esposa", indicó Moya.
Hace dos años, Vargas Llosa volvió a ratificar que tiene "un pacto tácito" para no hablar sobre García Márquez, con la intención de "darle trabajo a los biógrafos".
"Que los biógrafos averigüen, que ellos descubran, que digan que pasó", señaló al ser preguntado por las causas del incidente que le puso fin a una de las amistades más memorables de las letras hispanoamericanas.
Sin embargo, ahora el Premio Nobel ha confirmado que, más allá de las discrepancias, sus vidas y sus carreras siempre confluyen y se mantienen unidas, desde su lejana juventud de afanes literarios.
Ahora consagrados y juntos, para siempre, en el parnaso de la literatura universal.
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